viernes, 29 de julio de 2022

LAS ESCUELAS FORMADORAS DE DOCENTES SON UN PANTEÓN

    Los efectos de una mala formación en las disciplinas de la salud pueden observarse en un corto plazo una vez que el estudiante que la recibe interviene en la solución de un problema. Pero el desarrollo científico de estas disciplinas puede identificar cuál es una mala formación y evitar que el alumno aplique procedimientos que lleven a efectos no deseables. Así que para evitar que un usuario receptor de estos servicios tenga alguna complicación en su salud o incluso muera, los estudiosos de este ámbito se preocupan por limitar a formar y aplicar únicamente procedimientos con evidencia a favor.

    En educación, la disciplina social, las cosas no funcionan como lo que se expone más arriba. Los formadores de docentes, tanto en licenciaturas como en posgrados, muy difícilmente identifican una mala formación, de hecho, no están interesados en hacerlo. ¿Para qué si todo vale y nadie muere por ello? Además, los efectos de la puesta en marcha de una mala formación se juzgan a largo plazo. Es tan largo el episodio de tiempo que no se distinguen relaciones entre la formación y sus efectos. Aquí el alumno que recibe una mala formación no mata a nadie como el que la recibe en el área de las ciencias de la salud. Aquí un alumno mal formado podrá decir estupideces, pero no matar a nadie. Es feliz diciéndolas y ese es el criterio con el que los formadores evalúan su práctica: una formación es exitosa en función a la felicidad que provoque en el alumno, aun cuando de lo único que sea capaz es de decir estupideces.

    Es hasta que los efectos de la formación que se ofrece en las disciplinas sociales se relacionan con los saberes de las disciplinas de la salud que damos cuenta el tipo de ciudadanos que salen de la escuela a la sociedad. Parece cada vez más común escuchar supersticiones, falsas soluciones y argumentos justificados en buenas intenciones.

    Menos mal que la formación de los educadores no mata en su inmediatez, sino la facultad de educación y las escuelas normales ya fueran un panteón.

 Autor: Jesús Octavio Villarreal-Paz
Contacto: villarrealpaz.jo@gmail.com

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